JGo, en la cola del león

febrero 16, 2023
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Cuenta la leyenda que, camino a Roma, Julio César pasó con sus huestes por una aldea solitaria. Escuchando a sus soldados referirse con desprecio a la vida en ese apartado rincón del imperio, César afirmó que prefería ser allí su primer habitante, que el segundo en Roma.

Por otro lado, hay promesas rotas que no se olvidan, como la que el general Nelson A. Miles le formuló al pueblo puertorriqueño al desembarcar por Guánica en agosto de 1898. O como cuando George H. W. Bush le pidió a sus votantes que leyeran sus labios, con el «no new taxes» que le costó caro. O como cuando, camino a la comisaría residente en Washington, Jennifer González Colón prometió que su primer acto sería provocar una crisis que conmoviera los cimientos de la relación colonial de Puerto Rico con los Estados Unidos. Al día de hoy, sin embargo, la única crisis que conozco de su hechura se la produjo a un comentarista de medios que terminó pidiéndole disculpas. Colón González, popularmente conocida como «JGo», no es sino el más reciente ejemplo de una aspirante que camina los reductos de la política, con miras a alcanzar el pináculo boricua por excelencia: la gobernación.

Sucede que no ha sido sino hasta tiempos recientes que el puesto de comisionado residente en Washington pasó, de exilio político, a trampolín hacia la Fortaleza. A pesar de que durante décadas figuró como el puesto más alto al cual la clase política del País podía aspirar, la realidad consistía en que la distancia física se interponía a las aspiraciones de poder. Creado por el artículo 39 de la ley orgánica Foraker de 1900, enmendado por el 36 de la ley Jones de 1917, por ese puesto pasaron destacados miembros de nuestro universo político, tales como Federico Degetau González, Luis Muñoz Rivera, Santiago Iglesias Pantín y Jesús T. Piñero Jiménez.

A partir de las elecciones generales de 1948, la gobernación se abrió como opción para la clase política. No obstante, la distancia física continuó operando como un limitante por lo que, a partir de las elecciones de 1976, fue mejor trampolín hacia La Fortaleza la alcaldía de San Juan. Basta con recordar a Baltasar Corrada del Río, quien tuvo que pernoctar ocho años en Washington más otros cuatro en la alcaldía para entonces, y solo entonces, buscar la gobernación.  Pero con la llegada del siglo 21, la lejanía cedió su hegemonía a los avances tecnológicos de transporte y comunicación. Así, tres de los últimos cuatro gobernadores electos dieron el salto hacia La Fortaleza desde Washington, sin hacer la parada obligada en la alcaldía sanjuanera. El continuo deterioro político-económico del Estado Libre Asociado durante las dos últimas décadas también juega un papel fundamental en el realineamiento de los carriles rumbo a La Fortaleza.

Por su parte, JGo es una de las figuras más exitosas en la política puertorriqueña. Su ascenso político comenzó con el estrepitoso colapso del otrora poderoso Edison Misla Aldarondo. Tras alcanzar la presidencia de la Cámara de Representantes boricua y sortear exitosamente las embestidas que desde la presidencia del Senado le propinaba Thomas Rivera Schatz, partió a la comisaría en Washington de la mano de Ricardo Rosselló Nevárez. Navegó con éxito los años turbulentos de Donald Trump, para colocar su mirilla en la gobernación.  La autodenominada «U.S. Congresswoman» sin voto en el pleno de la Cámara de Representantes federal, solo hacía acto de presencia en el Caribe cuando a nuestras costas llegaban los fondos federales, como el surfer que aprovecha la ola para destacar su imagen. Nada nuevo aquí.

En preparación para buscar La Fortaleza, JGo cubrió flancos débilesPromocionó sus credenciales heterosexuales para prevenir ataques desde el fundamentalismo. Deja atrás el glamour de Washington, donde su primacía política es inexistente y está sujeta a las humillaciones de boricuas con más poder que ella. Prefiere ser primera en San Juan que una gotita en la mar metropolitana. Para ella, al igual que para sus antecesores en la intentona política, es mejor ser cabeza de ratón, que estar sometida a los remeneos y flatulencias de la cola del león.

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